Hemos aprovechado la semana santa para escaparnos, medio por trabajo, medio por vacaciones, a Estocolmo, la capital de Suecia. La ciudad, de por si, es bonita y vale la pena visitarla pero sin duda lo más espectacular de la misma es el Museo Vasa que muestra el colosal barco de guerra que en 1628 se hundió solo unos minutos después de zarpar debido a un defecto de diseño y que fue recuperado del fondo del Mar Báltico 333 años más tarde.
La visita al museo (que la he añadido a la lista de visitas obligadas de este mundo) vino combinada armoniosamente con una nevada que para nosotros en Barcelona hubiéramos calificado de «increíble» y que para los suecos no despertó su más mínimo interés y que no detuvo la vida ni un segundo: los coches siguieron circulando con sus neumáticos de invierno con clavos, los ciclistas paseando y los transeuntes símplemente se calzaron sus capuchas… creo que los únicos que iban con paraguas éramos nosotros.
También aprovechamos para irnos a Helsinki en un mini-crucero de la Viking Line de dos noches que nos permitió dormir cómodamente mientras surcábamos el Mar Báltico camino de Helsinki y visitar la capital de nuestro país número 59.