A las afueras de Sant Iscle de Vallalta, un pequeño pueblo en la comarca del Maresme a pocos kilómetros de donde vivo, existe un paraje bastante desconocido llamado «Dones d’Aigua» al que se llega a través de una pista forestal que sale del pueblo. Se trata de un pequeño riachuelo con una pequeña cascada y un lago.
El lugar, en medio del Parque Natural del Montegre i Corredor, está rodeado de frondosos bosques y alberga muchas leyendas entre las que destaca la de las «Dones d’Aigua» (o Mujeres de Agua, en español).
La leyenda cuenta que hace mucho mucho tiempo, un pastor joven y fornido descansaba una noche cerca del frescor del arroyo que hay en el lugar. Se despertó de golpe y atraído por unas dulces voces se metió en el bosque hasta que sin ser visto pudo espiar un espectáculo nunca visto. Era la danza de unas mujeres de agua, que vivían en las profundidades de las gorgas que formaba el arroyo y que seguían el compás de una música extraña y cautivadora. El pastor se quedó prendado por una de ellas y a la siguiente noche de luna llena volvió al mismo lugar y consiguió materializar su amor por la mujer de agua que le había robado el corazón.
El hada quedó en cinta y en el momento de dar a luz ni ella ni sus compañeras pudieron comprender lo que le sucedía ni como debían actuar. Gritaron desesperadamente durante siete noches. Sus aullidos sacudieron los bosques de la sierra y el temor se apoderó de los pueblos y núcleos de la comarca que cerraban sus puertas y ventanas así que el sol caía por miedo a los espíritus y brujas que creían habitar en sus bosques. Finalmente una anciana de Sant Iscle subió hasta el arroyo y ayudó a la mujer de agua que finalmente pudo dar a luz. La leyenda quedó anclada en lo más profundo de las gentes del lugar y se ha ido transmitiendo de generación en generación.
Hace unos días descubrí el lugar por casualidad mientras estaba de «expedición» con el coche en medio de la montaña.