Margudgued 1957

Teresa Montaner me envió hace unos días este email con la intención de que fuera publicado:

«Lo primero que se me ocurre es presentarme (…). Me llamo Teresa y tengo 58 años.

Hace unos días me he incorporado al mundo internauta, y lo primero que me vino a la cabeza fue investigar sobre un pequeño y precioso pueblo del Alto Aragón llamado Boltaña, el cual marcó una etapa de mi corta vida ya que por aquel entonces solo tenía cinco años.

Yo soy de Barcelona, y el motivo por el cual llegué a este pueblo fue para estar unos días de Agosto con papá que estaba ingresado en el Sanatorio Convento del Carmen junto al rio Ara.

Mamá, que se llama Elena y yo estuvimos hospedadas durante todo el mes de Agosto en una casa particular con una gente muy buena en Margudgued.

Esos recuerdos siempre me han acompañado y sentía la necesidad de volver, hace tres años estuve un fin de semana en el Hotel Monasterio de Boltaña y no pude resistir ir a pié hasta Margudgued, pasando por el camino donde se guardaban los cochinillos pequeños que tanta gracia me hacían y que ahora está abandonado, y estuvimos comiendo en el restaurante llamado El Pajar, que si no recuerdo mal, un pajar había en ese lugar en el cual jugaba con otras niñas de Margudgued.

Me vienen tantos recuerdos a la mente, como la perrita que estaba cojita y se llamaba Ninosca pero que yo la llamaba Linda porque así me lo parecía, le daba las galletas de mi merienda y siempre iba detrás de mí.

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Por la mañana, nada más levantarme, cruzaba la calle y me iba a la casa de enfrente a desayunar un tazón de leche con pan y jugaba con un gatito marrón, puede que fuera Casa Cambra, de esto no estoy muy segura.

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Cuando íbamos a ver a papá, al llegar al camino que llevaba al Sanatorio, había una cabra atada a un tronco y cuando nos veía hechaba a correr y nos enredaba los pies en la cuerda.

Mientras llegábamos, por el camino, cogíamos nueces y unas manzanas pequeñas que estaban muy buenas, y lo más divertido para mí era cruzar el puente de cuerdas y madera que cuando coincidíamos con algún carro teníamos que esperar que el pasara primero, un día me subió al carro y me cruzó el rio, para mí fue todo una aventura.

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Papá siempre me habló mucho del lugar, de lo bonito que era, me escribía postales con los paisajes de Boltaña, Monte Perdido, La Cola de Caballo, La Flor de Nieve, algunas aún conservo, y me decía, nena cuando seas mayor visita el Parque de Ordesa, y hace dos años conseguí llegar a la Cola de Caballo y papá tenía razón, es un privilegio para los sentidos y al ver tanta belleza solo pude decir, lo he hecho por ti papá.

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Todo lo que escribo son algunas de las muchas cosas que recuerdo, y he conservado fotos que demuestran lo que cuento, en algunas de ellas estoy en compañía de otras niñas que ahora mamá, por su enfermedad no puede darme sus nombres aunque creo que la mayor se llama Elena como mamá ,y creo que están hechas en el pajar, ¿ pueden ser las niñas de Casa Cambra?.

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Me gustaría que lo leyeran, si no lo hacen lo entenderé. No sé a quién dirigirme, si escribir correo postal o correo electrónico, porque igual el relato es demasiado largo, ¡no se qué hacer¡ pero decida lo que decida adjuntaré fotos por si alguien se reconoce y recuerda algo de aquellos días lejanos en el tiempo pero intactos en mi memoria.

(…)  me haría mucha ilusión que alguien me confirmara todo lo que he contado.
Saludos:  Teresa Montaner
»

Si alguien quiere contactar con Teresa, que me envíe un email y le pasaré los datos.

La Perra «Ninosca»

«Ninosca» era el nombre de una artista de cine rusa y fue el nombre que se le dio a una perra que nació en Casa Cambra alrededor de 1950 y que un mes después se incorporó a la familia Sampietro, donde vivió cerca de 15 años hasta su muerte.

Su primer accidente

Cuando tenía 6 o 7 meses tuvo su primer accidente cuando se estaba descargando un fajo de alfalfa y se le cayó encima. El resultado de dicho accidente fue que se le rompió la pata delantera

Alberto Sampietro Garcés fue el encargado de atender al pobre perro. La cura consistió en utilizar una caña de cuatro dedos de larga, rajarla en cuatro trozos transversales y poner un trapo impregnado en pez hirviendo, todo esto alrededor de la pata de Ninosca bien atado. En plena cura, cuando el animal sintió el calor de la pez hirviendo decidió morder en la mano al veterinario accidental al que le sacó sangre.

Ninosca quedó un poco coja a raíz de este accidente pero podía correr y saltar igual que antes.

Cazando conejos

En su juventud aprendió a cazar conejos aunque durante toda su vida tampoco cazó muchos. Es posible que se guardará el secreto para si.

Casi siempre las cacerías se hacían con Antonio Sampietro Betato o con su hijo Alberto y en una de ellas, una vez que iba cómodamente sentada con las patas colgando en la parte delantera del carro de la familia, tirado por dos yeguas (Morena y Rubia), el conductor, en esta ocasión Alberto Sampietro Garcés, vio las orejas de un conejo entre unos matorrales.

Alberto cogió a Ninosca en brazos y le encaró la cabeza hacia el conejo. Cuando la perra lo vio, el corazón le dio un salto y Alberto la soltó en dirección hacia él.

Ninosca salió corriendo a toda velocidad hacia el conejo y cuando éste la vio, agacho la cabeza y la perra saltó por encima sin verlo. A pocos metros frenó dio media vuelta pero el conejo ya corría en dirección contraria y Ninosca no pudo alcanzarlo.

En otra ocasión, Ninosca fue sorprendida con un conejo entre las patas cuando Alberto Sampietro procedía a terminar una dura jornada de labranza y al ver que no venía fue a buscarla al campo vecino. En esa ocasión, el conejo terminó en la mesa de la familia en forma de «Paella de Conejo».

Los cachorros de Ninosca

En los primeros partos de Ninosca, siempre se le quitaban todos los cachorros excepto uno porque siendo joven como era solo podía amantar a este uno, dada la dieta pobre en casi todo que tenía.

Con los años, se le quitaban todos los cachorros y se ponía en su lugar un cerdito de unos días al que se encariñaba rápidamente. Ninosca se encargaba durante las siguientes semanas de alimentar al cerdito. Era curioso que miraba más por la alimentación de los cerditos que de sus cachorros reales y siempre traía bichos que había cazado por el monte para alimentar a su «hijo». Los bichos, traían también el mal olor a la casa. En una ocasión trajo una culebra muerta.

Con el tiempo, Ninosca, intentaba dar a luz en sitios más escondidos para ver si así no se cambiaban a los cachorros por cerdos.

En una ocasión, tras esconderle una vez más a sus cachorros, la perra desapareció y al cabo de cuatro días, se la encontró llorando al lado del río, justo en el sitio donde Ángela Garcés había lanzado al agua a sus cachorros.

El fin

Catorce o quince años después de su nacimiento, una mañana iban Ninosca y Antonio Sampietro Betato en la carretera de Margudgued a Boltaña, por el lado izquierdo la perra, y en el derecho Antonio.

Al ver acercarse el coche de línea Boltaña-Bielsa, Antonio le dijo a Ninosca que se estuviera quieta y la perra que entendió que se pasará al lado derecho de la calada, murió atropellada por el autocar.

Autor: Alberto Sampietro Garcés