No había oído su nombre hasta que Maria lo nombró hace tres o cuatro meses. Estaba a punto de terminar el libro que me estaba leyendo así que después de leer su última página comencé con «Las partículas elementales» y con el mundo de Michel Houellebecq, un mundo gris, a veces depresivo y desconocido que en algunos momentos roza la pornografía y el delito y que no deja indiferente a nadie.
Casi sin darme cuenta había terminado su primer libro y estaba comenzando con «La posibilidad de una isla» que solo puede calificarse de obra maestra contemporanea e incorporase al selecto elenco de escritores que se seguirán leyendo dentro de unos siglos.
Y es que «La posibilidad de una isla» no te deja indiferente y por eso mismo debería ser una lectura imprescindible para todo aquel que no esté buscando best-sellers aburridos de novela histórica en los que lees uno y los has leído todos (salvo muy honradas excepciones).
Si estás o eres débil o símplemente estás pasando una mala racha en la que el mundo te parece una mierda, mejor que dejes la iniciación a Houellebecq para otro momento.