Algunos indicadores que pueden advertirte que tú empresa ha comenzado a morir irremediablemente:
- Ha crecido desmesuradamente, ha sufrido adquisiciones o fusiones, ha perdido la identidad de grupo y sus integrantes han dejado de conocerse (recordar el número de Dumbar).
- La mayoría de la gente lleva demasiado tiempo en la compañía desarrollando las mismas funciones (o parecidas), acomodados, sin incentivos y rozando la desidia.
- Los mandos intermedios pierden el tiempo de forma apasionada en politica empresarial, luchando por sus despachos, derrochando prepotencia ante los subordinados e intentando colgarse medallas ante sus jefes en vez de innovar, vender y cuidar a los empleados.
- La facturación proviene de unos pocos pero grandes clientes. La cartera de cuentas no se ha diversificado y a los clientes actuales se les maltrata pensando que su única alternativa es nuestra empresa.
- La burocracia se ha apoderado del tiempo a todos los niveles. Mandan los procesos más que los clientes y la innovación. Las excepciones a las reglas se pagan caras.
- La compañía cree que lo difícil es vender y que lo fácil es producir o entregar lo vendido hasta el día en que se consiguen grandes pedidos y no se saben servir (por no hablar de los agujeros de liquidez).
- Frente al abismo, cuando es el momento de tomar decisiones, se opta por el reduccionismo simplista, por lo fácil. Aparece el miedo, los reinos de taifas y la falta de autoridad.
Y si encima, todo eso sucede en tiempo de crisis, ya se tienen todos los ingredientes para firmar el certificado de defunción, retirarse a meditar e intentar hacerlo mejor la próxima vez.
Como me comentaba el otro día Pedro, que le había contado Aitor que lo había sacado de no-se-donde, «algunas veces se gana y otras se aprende«.