Fue a mediados del siglo VI, en pleno declive del Imperio Romano, cuando el emperador Justiniano creyó en un nuevo resurgir y se lanzó a la conquista del mediterraneo. Cayeron Italia, Cartago, la actual Eslovenia, y la «Costa del Sol» en España.
En Italia puso más empeño que en ningún otro lugar y decidió convertir Rávenna en la segunda capital del imperio Bizantino y referencia de todo el mundo occidental de la época. Dejó para la posteridad las más ricas y espléndidas construcciones bizantinas de Europa como son San Apolinar in Classe, San Apolinar Nuovo y la magnífica y espectacular iglesia de San Vitale, consagrada en el año 547 y que obviamente he incluido en el listado de sitios que deben visitarse antes de que te mueras.