En Costa Rica (de donde he llegado hace una semana), una pequeña franja costera caribeña de 35 kms al norte del país es una de las pocas zonas del mundo donde la gran tortuga verde decide poner los huevos cada 3 o 4 años. El espectáculo es impresionante.
Cuando cae la noche (a partir de las 6 de la tarde), cientos de tortugas de más de un metro de longitud alcanzan la playa y tras arrastrarse por la arena durante 20 minutos comienzan a hacer grandes agujeros en la arena para depositar sus huevos (de 80 a 200). Finalmente vuelven a taparlos y regresan al agua.
La llegada al Parque debe hacerse por lancha porque no hay carreteras que atraviesen los tupidos bosques y los cientos de canales. Una vez ahí, los guardas del Parque reúnen a los turistas en grupos de 10 personas (se debe ir con ropa oscura y están prohibidos dispositivos electrónicos de cualquier tipo, linternas o cámaras fotográficas) y aguardan en la oscuridad la llamada por radio de los rastreadores que avisan del punto exacto donde una tortuga ha comenzado a desovar. El espectáculo, sin luz y con el único sonido del mar batiendo la playa, dura alrededor de 2 horas durante las cuales se pueden ver varias tortugas entrando y saliendo del agua.
Al cabo de dos meses los huevos eclosionan y miles de tortuguitas se juegan la vida entre jaguares, buitres y monos por alcanzar el mar con vida y esperar suerte a no ser comidas por los tiburones u otras especies hambrientas de tiernas tortugas.