Después de leer durante mucho tiempo en mi Kindle, creo que estoy reencontrándome con el placer de leer en papel. La diferencia es que he comenzado a comprar libros de segunda mano a un precio irrisorio comparados con lo que cuestan nuevos o en el Kindle.
Al final, no vale la pena pagar 10 o 20 euros por un libro nuevo y de esta forma hacemos más sostenible todo el proceso, incluídos los precios, excesivos dede mi punto de vista, en Amazon. Por el barrio de Gràcia, en Barcelona, hay un montón de librerías que ofrecen libros usados por 1, 2 o 3 euros.
La Piedra de la paciencia, de Atiq Rahimi, lo encontré de casualidad en una de esas librerias de usados y me lo terminé ayer.
Es una pequeña novela ambientada en Afganistan y narra la vida de una mujer durante unos cuantos días, con su marido apostado en una cama en estado vegetativo a causa de un disparo. Intimista, efectiva y fácil de leer, no dejará a nadie indiferente.
En los siglos XII y XIII del anterior milenio, eran los Ghurida quienes gobernaban en lo que hoy es el país de Afghanistan y algunos territorios del norte de la India. La capital era Firuzkuh. Y allí, en Firuzkuh, se construyó en 1194 lo que hoy es toda una joya de la creación humana.
Los Ghurida procedían del reino independiente de Ghor, hoy reducido en sus territorios y que da nombre a una provincia afghana. Era un reino de pequeñas dimensiones que Mahmod, el sultán de la dinastía Ghaznavi de otro país próximo lo logró conquistar sobre el año 1002. Ciento cincuenta años después, el turco Ghiyas Muhammad de Ghor -nombre original : Ghiyas ud-Din – (muchos habitantes habían emigrado tras la conquista) arrebató el poder en la región afghana. Era 1186. Los territorios de la India los fue ganando poco a poco, hasta que lo logró por completo en 1192, en la batalla de Tameswar.
Ghiyas ud-Din y su familia se mantuvieron en el poder hasta 1206, año en el que fue asesinado y creado por parte de sus lugartenientes el sultanato górida de Dheli, que declaró la guerra santa al hinduismo (los góridas eran musulmanes). Esta dinastía permaneció hasta el año, aproximadamente, de 1220, en el que los mongoles hicieron su incursión en sus tierras para hacerlos caer.
Es por tanto indudable que la época en la que los Góridas reinaron es artísticamente hablando la última en lo que se refiere a edad de oro del arte islámico en la región. Maestros de la decoración a base de ladrillos y de una técnica sorprendentemente buena que hoy día nos ha llegado impecablemente conservada en estas obras de la que estamos hablando, merecen pasar por tanto a la historia del arte.
El Minarete, de 65 metros de altura y 9 metros de base y hecho en ladrillo, es el elemento que más y mejor nos habla de ello. Lo construyeron, como se ha dicho, en el año 1194, a 1900 metros por encima del nivel del mar y -lo más remarcable- entre montañas que llegan a alcanzar los 2400 metros de altura y que servían a los antiguos habitantes de la región de Jam como poderosas murallas naturales.
Se construyó para conmemorar una victoria. Por eso está tan ricamente ornamentado y es tan majestuoso. En efecto, en 1192 los Góridas habían ganado y anexionado Delhi, que estaba en manos de los Ghaznavi. Al minarete, construido para el propio Ghiyas ud-Din, se le puso el nombre de Torre de la Victoria.
Alrededor de este minarete estaba Jam, la residencia de verano de los mandatarios guridas y una base militar. Todo fue destruido en la invasión mongola apenas veinte años después. Pero nos quedan el minarete y los restos arqueológicos -entre los que se encuentran muchos restos judíos, como por ejemplo un cementerio- que dan muestras de cómo habría sido aquella civilización.
Gravemente amenazado por la erosión constante y el riesgo de inundaciones que vienen debido a la existencia de ríos demasiado próximos; gravemente atada la zona a un estricto régimen de propiedad que no ha permitido jamás hasta 2002 ninguna excavación o proyecto arqueológico.
El descubrimiento de este extraordinario monumento ocurrió bastante recientemente y la primera mención oficial de su existencia es de mayo de 1944, cuando Ahmed Ali Koazad, presidente de la Sociedad de Historia Afghana relató una conversación que había tenido con el governador de Herat en el que se hablaba del Minarete de Jam y de que había sido descubierto y fotografiado en 1943.
Después de 1944, el minarete volvió nuevamente a perderse y aunque varias expediciones intentaron encontrarlo, debido a la extensión y abrupto del terreno no fue hasta el 19 de Agosto de 1957 que el arqueólogo francés André Maricq lo redescubrió, estudió y fotografió.