El maratón (42,195 Km), una verdadera aventura asfáltica, no es solo una prueba de resistencia. Solo la combinación de la constancia, los buenos hábitos alimenticios, la inteligencia y la resistencia muscular y orgánica hacen posible el poder llegar a la meta porqué… en la maratón se llega o no se llega.
Muchos psicólogos deportivos han concluido en que es la maratón la especialidad atlética que crea más adicción, alcanzándose en ocasiones una peligrosa espiral que empuja al corredor a seguir y seguir y seguir más allá del dolor y del cansancio, llegando en algunos extremos a la muerte.
En el Marathon de Nueva York de 1994, dos hombres murieron y un tercero sobrevivió milagrosamente a un paro cardiaco agudo. A continuación se detalla como sucedieron los hechos y debido a que se produjeron.
Pierre Market era francés, tenía 27 años y se trasladó a N.Y. para realizar el maratón; su último maratón de la vida.
En 1993 hizo su primer maratón, también en N.Y. y su tiempo fue de 3:32:24. A su llegada a meta se desplomó y fue llevado urgentemente a la tienda de urgencias donde se le intentó reanimar. Observando su estado crítico, fue rápidamente trasladado en ambulancia a un hospital donde afortunadamente se recuperó. No volvió a competir hasta un año más tarde en N.Y.
En esta ocasión el tiempo que se propuso fue de 3 horas y 15 minutos y el llegó a meta en 3:28. La gente que le esperaba en meta diría posteriormente que su paso por la línea de llegada fue normal, no apreciándosele ningún síntoma extraño. Una vez dentro de los carriles de control, cayó al suelo. En pocos segundos recibió los primeros auxilios, y ya entonces Pierre no tenía pulso y obviamente no respiraba. Le fue aplicado masaje cardiorespiratorio por personal médico especializado y no funcionó. Llegó al hospital con electroencefalograma plano y no fue posible salvar su vida.
En la autopsia no se le detectó ningún problema en el sistema coronario y parece ser que murió por culpa de una colapso cardiovascular agudo, o por lo menos esa fue la versión oficial.
Bernard Rollin, de 50 años, era también francés y fue a N.Y. para correr el maratón. Había participado en muchas maratones y su mejor tiempo lo tenía fijado en 3:30. En esta ocasión se había propuesto llegar en 3:45.
En Francia, poco antes de partir hacia N.Y., Bernard visitó a un cardiólogo para que le hiciese un reconocimiento médico cardiaco. En el electrocardiograma todo pareció normal, pero en el ecocardiograma se le detectó una hipertrofia ventricular izquierda concéntrica. Esto podía deberse a cuatro causas: corazón de atleta, hipertensión, estenosis aórtica o estenosis subaórtica. Para dislumbrar lo que le sucedía se le sometió a un stress-test, donde funcionado su corazón al 97 % de la frecuencia cardiaca máxima no se le observó nada anormal. Así pues, al no encontrársele nada explicativo, se le dió luz verde para ir a N.Y.
Una vez en carrera, y pasadas 4 horas y 35 minutos (frente a una previsión de 3:45) pisó la línea de meta, cogió la medalla y se dirigió a la zona de vestuarios. Un poco antes de llegar se desplomó con parada cardiorespiratoria. Los equipos médicos de urgencia le practicaron masaje cardiaco al mismo tiempo que se le suministraba oxígeno. Se le inyectó adrenalina intravenosa y todo falló. Ingresó en el hospital, ya cadáver.
En la autopsia se le detectó arteriosclerosis en el corazón así como indicios de haber padecido un ataque cardiaco hacía tiempo.
El tercer protagonista, Edward Barry, tenía 47 años el dia que tomó la salida en el maratón de N.Y. Pesaba 75 Kg y medía 1,88 m. Había corrido 19 maratones y su record personal estaba en 2 horas y 57 minutos. Su estado de forma física era envidiable.
Dos años antes se le practicó un ecocardiograma y se le detectó una anormalidad. No hizo caso y continuo entrenando y compitiendo como de costumbre. Dos semanas antes de la maratón fue sometido a las mismas pruebas que Bernard Rollin y se le encontró hipertrofia ventricular izquierda concéntrica, calcificación de la válvula aórtica, estenosis aórtica y ligera insuficiencia en tres de las cuatro válvulas del corazón. Pese a todo, el 6 de noviembre de 1994 tomó la salida en N.Y.
El médico responsable de la milla 21 vió a Edward llegar en brazos de dos atletas. Venía azul, no respiraba, su corazón no latía y sus pupilas no reaccionaban frente a la luz. Los párpados los mantenía abiertos. Le fue diagnosticada parada cardiorespiratoria aguda y le fue aplicada recuperación cardiopulmonar. Sin embargo, nada funcionó y fue llevado en camilla al hospital que se encontraba a una manzana de la milla 21. Una vez en el hospital se le detectó fibrilación ventricular y se le sometió a electroshock. Milagrosamente se recuperó. Permaneció en la unidad de vigilancia cardiaca durante 24 horas, tras los cuales se le consideró fuera de peligro.
Una vez recuperado, Edward dijo que recordaba haber pasado por la milla 16 en muy mal estado y con visión borrosa. No recordaba haber alcanzado la milla 17.
Aún en el hospital se le sometió a multitud de pruebas y lo más importante que se le diagnosticó fue una ocasional irregularidad del ventrículo izquierdo, aparte de todo lo que se le había encontrado dos semanas antes del maratón. Se le aconsejó que se implantase un desfibrilador automático en el corazón, que tomase penta-block y que dejase de correr. Como buen maratoniano, hizo caso omiso de los tres consejos y no siguió ninguno.
El dia 16 de noviembre dejó el hospital y dos semanas más tarde comenzó un programa de rehabilitación cardiaca utilizando bicicleta y treadmil.
Actualmente corre 15 millas los sábados y 15 los domingos, pero los médicos le han hecho entrar el miedo en el cuerpo y Edward asegurá que dejará el maratón.
Estas son las historias de Pierre, Bernard y Edward. Estas son las historias de tres adictos a la maratón. Esta es la historia de la vida contra la muerte vivida en el maratón de N.Y en 1994.
Y es que es muy difícil convencer a un corredor de, que sintiéndose bien, no corra el maratón. En todo caso, es importante siempre tener en cuenta que cualquier anomalía cardiaca puede multiplicarse velozmente durante un periodo de esfuerzo tan intenso como el que se padece en un maratón.
En la historia de la maratón de Nueva York han tomado parte 350.000 personas y solo han fallecido tres. Es muy difícil encontrar cualquier otra actividad de la vida sedentaria donde se encuentre un % menor de muertes que en un deporte como este. Es bueno correr maratón, pero hay que hacerlo bien.
Si Pierre se hubiese preocupado por lo sucedido en el maratón del 93 y Bernard hubiese tomado alguna norma de seguridad, quizás hubieran podido contarnos alguna vivencia de aquel fatídico dia de 1994 y de como lograrón dominar el maratón, antes de que los dominase a ellos.
Edward Barry aun está a tiempo, y sin embargo sigue corriendo…