Şalgam

El lunes por la noche fui a un restaurante turco con especialidades anatolias en Londres, muy cerca de la estación de Waterloo. Realmente bueno sin pasarse con el precio: Tas The Cut.

Para beber me pedí una cosa que no sabía que era y que se anunciaba en el menú como «Salgam». Me trajeron un vaso con un líquido lila, no alcohólico, salado y con un sabor diferente e interesante que me gustó mucho.

Vaso de Salgam en el Tas The Cut de Londres

El nombre correcto de la bebida es Şalgam Suyu con una extraña S al inicio que se ha transformado en una S convencional en el menú. Literalmente significa jugo de colinabo aunque su preparación es algo más que eso.

Se prepara con el jugo de zanahorias en escabeche al que se le añade mucha sal y que se sazona con un colinabo especial llamado çelem y que se ha fermentado previamente. Se sirve frío y se suele acompañar con zanahorias, pepinillos o aceitunas encurtidas o en escabeche. Según he leído, se consume abundantemente en el sur de Turquía.

Creo que voy a claudicar en mi esperanza de poder elaborar salgam en casa porque lo veo realmente complicado.

El primer tomate de la cosecha

Hace unas semanas Pol y Blanca se comieron un tomate para cenar y decidimos quitarle unas semillas porque estaba muy bueno. Luego las pusimos en una hoja de papel de cocina y esperamos un día a que se secasen.

Después las sembramos en un vaso de plástico de yogur y cuando nacieron las tomateras y tenían un par de centímetros o tres, las transplantamos a su ubicación final, una jardinera elevada de plástico con tierra en abundancia.

Después de regarlas obstinadamente y de añadirles de vez en cuando posos de café, hoy nos hemos comido el primer tomate.

Ya se que no era muy grande ni estéticamente perfecto como los que podéis encontrar en Casa Ametller pero os aseguro que este sí es auténticamente orgánico y que nunca estuvo en una nevera antes.

Solamente al cortarlo ya se puede ver que es muy diferente a los tomates «huecos» que venden por ahí.

Como he comentado muchas veces, el sabor de un tomate que nunca ha estado en cámara frigorífica es muy diferente a los tomates que normalmente venden en todos lados, por no hablar de los matices en su sabor y aroma.

Si no lo has hecho aun, un día tienes que probar la experiencia de comerte un tomate directamente cogido de una rama en una tomatera.

Sumak

Fue la semana pasada en Shaki que descubrí el sumak en un restaurante donde nos sirvieron un piti increíble y nos recomendaron ponerlo en la carne y el caldo para añadirle aun más sabor.

El sumak (o zumaque en español) es una especia muy habitual en Oriente Medio que se obtiene al triturar el fruto de la rhus coriaria para darle un toque ácido y agridulce a la comida.

Sumak

Antes de irme de Azerbaiján, compré un par de bolsitas de sumak y durante esta semana lo he estado probando con pastas y ensaladas y realmente quedan muy buenas.

En España también se puede encontrar en algunas tiendas de especias o de productos árabes así que si estás ávido de nuevos sabores, este fin de semana puedes experimentar con el sumak.

Mercat del Prèssec d’Ordal

Durante los meses de junio, julio o agosto es imprescindible que visites el Alt Penedés y no por sus vinos o cavas sino por su fruta.

Puedes iniciar la visita en Sant Pau d’Ordal cualquier sábado o domingo de 9 a 2 de la tarde para comprar melocotones, paraguayos, nectarinas y patatas auténticas en el Mercat del Prèssec d’Ordal. De esas que nunca han estado en una cámara frigorífica ni embolsadas y que van directas del árbol a tus manos.

Melocotones, ciruelas y albaricoques del Penedés

Puedes continuar en coche a través de las suaves colinas rodeadas de viñas y bodegas, sin rumbo fijo y sin pisar demasiado la N-340, y maravillarte con los pequeños descubrimientos que harás: panaderías auténticas, fincas donde puedes comprar la fruta casi directamente del árbol, desayunos en una bodega (como en Albet i Noya) o puestos a pie de carretera con ciruelas que no ves en la ciudad.

Si quieres fruta realmente especial, te recomiendo ir a la tienda de Esteve. Digo tienda por llamarlo de alguna forma. Es un gran garaje con cajas de fruta, tomates, patatas y muchas más cosas, casi todas cultivadas por los dos hermanos que regentan el negocio. Podrás además darte una vuelta por el pueblo.

Tofu fermentado

Husmeando el otro día por un supermercado chino, compré un bote que no tenía ni idea que tenía dentro. Fue después cuando escaneé la etiqueta y me enteré de que contenía «tofu fermentado blanco». Y lo probé.

Tofu fermentado blanco

Tiene un sabor extraño y algo picante al pricipio y después se hace muy adictivo. Puedes comerlo como si fuera paté o como condimento en ensaladas, sopas o carnes. La verdad es que tiene un sabor muy característico, por decirlo de alguna forma, o sea que si no estás habituado a sabores nuevos, no lo pruebes.

A nivel nutricional, es todo un descubrimiento. Además de ser rico en proteínas, el hecho de que esté fermentado hace que sea especialmente interesante para la flora intestinal. Puedes comprarlo por menos de 3€ aquí.

Varios estudios en Japón han concluído que el consumo de soja fermentada disminuye el riesgo de muerte por problemas cardiovasculares en un 10-15%.

La decadencia de los restaurantes

Los restaurantes están en plena decadencia, al menos en Barcelona y Madrid aunque imagino que el resto de ciudades españolas deben seguir el mismo patrón.

En Barcelona es prácticamente imposible encontrar restaurantes auténticos en el Eixample, Poblenou, Ciutat Vella, Gràcia o en la zona de Paral.lel. Y aunque inicialmente alguien podría pensar que la culpa la tienen los turistas guiados por Tripadvisor o Google, la razón principal es que somos los usuarios autóctonos los que estamos acabando con los mejores restaurantes en Barcelona.

Lo que se lleva ahora son los restaurantes «modernos» que intentan fusionar lo infusionable, que te obligan a comer con la música a tope, que te cobran 6€ por un poco de pan con tomate en una especie de pan transparente, que te ponen mantequilla en la mesa, que te sirven las bebidas en jarras de flores y latas, que te hacen comer el arroz con tenedores de madera, donde se te ponen a bailar los camareros en medio de la cena, … todo muy trendy. Y eso por no hablar de la droga de moda, Instagram y algunas redes sociales, que están destruyendo el placer auténtico de comer y sustituyéndolo por fotos guays.

Cuando miras quienes son los propietarios, la fórmula es siempre la misma: jóvenes en sus 30s con MBA, con padres con dinero, habituados a la coca y a las camisas y a los que el mundo les ha hablado y creen que la mejor startup que pueden montar es un restaurante «canalla». Creedme, en 2 o 3 años ese restaurante ya habrá cerrado.

Y luego están sus menús: para morirse del aburrimiento. En todos siempre hay lo mismo: tataki de atún, pan de cristal, hamburguesas de carne mechada, steak tartar, tacos, cebiches, mucho aguacate, kale,…. por un simple bocadillo te cascarán 25 euros, eso sí, con la etiqueta de «street food».

Pero, no os preocupeis, no todo está perdido. Si quereis comer bien, no vayais por esas zonas, no os metais en la trampa de las luces y de las mesas de colores y de los DJs y de los menús guays. La esperanza se llama Hospitalet, Badalona, Santa Coloma, Les Corts, Sant Adrià, Sant Andreu. Nadie «super-trendy» en busca de fotos espectaculares de un ceviche montado encima de unas patatas paja con un huevo adornado con sucedaneo de trufa y terminado con un poco de vaca vieja.

Si quereis volver a sentir los sabores auténticos en plena calma siempre podeis ir al mejor polaco de les Corts, comer ceviche o anticucho real en el Mar Azul, volver a las tapas en el Al-Andalus de Pubilla Casas o el Luna de Cornellá, degustar un coreano sin guiris por al lado en el Kangnam de Sants, comer pizza auténtica en el De Angelis de Collblanc, disfrutar de Ecuador en la Olla Manabita, de la auténtica comida de mercado en la Bodega Aragall en Sant Ramón o de un buen gallego en el Foxos de la Verneda.

No esperes en ninguno de ellos grandes reviews, ni manteles ni buena iluminación ni en la mayoría de los casos cartas en inglés. Eso sí, la comida es auténtica, porciones normales y camareros simpáticos. Si vas a un ecuatoriano, colombiano, peruano o dominicano por Hospitalet, descubrirás su cocina autóctona rodeado de otros comensales de ese país. En el último en el que estuve con Pol y Blanca, un venezolano, recuerdo a la señora que regentaba el local preguntarme que de donde era, que si era catalán y que raro que estuviera ahí, que no solía ser normal clientes no venezolanos en su mesa. Eso es lo que busco.

En los restaurantes auténticos, el servicio no es especialmente el más eficiente ni el más rápido pero… ¿eso de verdad importa cuando tienes todo el tiempo del mundo para disfrutar de una buena cena entre familia o amigos? No hay nada más odioso que los restaurantes con «doble turno» donde te fijan la hora de comienzo y fin de tu cena. De verdad que se me atragantan.

En resumen, déjate la camisa y tus sneakers pijas en casa y sal a descubrir la ciudad. Déjate también el teléfono y símplemente retorna al imperio de los sentidos verdaderos, el de los torreznos, el del choclo, el de los tomates que nunca han estado en una nevera, el del guiso de pollo sin avecrem y el de las acelgas en vez del duro e inmasticable kale.

Vino Celler Sampietro 2003

Mi padre, Alberto Sampietro Garcés, tenía un pequeño trozo de huerto donde cultivaba algunos árboles frutales, patatas, verduras y uva. Yo creo que no tendría más de 10 o 15 vides pero eran suficientes para cada año hacer varias botellas de vino totalmente artesanal y ecológico.

Conseguí rescatar esta antigua botella hace ya algunos años. Es de la vendimia de 2003 y el tipo de uva es Xarel.lo y Garnatxa. El huerto está ubicado en el término municipal de Castellet i la Gornal, en el Alt Penedés, en el límite de la provincia de Barcelona y a menos de un kilómetro de la de Tarragona. La ubicación del terreno donde se cultivó la uva de este vino se puede ver en Google Maps aquí.

El prensado de la uva fue realizado manualmente utilizando sacos de patatas donde dentro de los cuales se ponía la fruta y se retorcía hasta que todo el mosto se había extraído. En otras ocasiones también pisábamos la uva con los pies, a la vieja usanza, y de hecho por algún lado hay una foto de mis sobrinas en pleno proceso.

Esta mañana me he dedicado a «restaurar» la etiqueta antes de que se rompa del todo. Básicamente la he forrado con celo.

La mermelada de mi madre de 2013

A mi madre le encantaba cocinar y preparar conservas y entre sus hobbies estaban el de hacer mermeladas con las frutas que recogíamos del pequeño huerto que teniamos (y que aun tengo) en Gornal.

Mi madre, y nuestra familia en general, era una gran consumidora de azucar y de pequeños solíamos ir a Andorra dos o tres veces al año para comprar cosas baratas y entre ellas sacos de 10 kgs de azucar. Esto lo cuento porque mi madre no concebía la posibilidad de hacer mermeladas sin añadirle azucar en grandes cantidades.

Por eso, cuando me daba mermelada siempre le decía que no le pusiera azucar porque era excesivamente dulce para mi. Obviamente, a mi madre esto le parecía la cosa más extravagante del mundo.. ¿Como no ibas a poner azucar en la mermelada?.

Mermelada de manzana sin azucar

En 2013, mi madre me dió un bote de mermelada «sin azucar» que aun conservo. Probablemente ya esté bastante mal después de 11 años aunque quien sabe cuanto aguantaba el «baño maría» al que mi madre sometía sus conservas.

En todo caso, continuaré guardando la mermelada como recuerdo. Obsérvese el cambio de color que ha tenido cuando lo comparamos con la foto que le hice en 2017.