Piumorcat (Pueyo de Morcat)

Aprovechando que llovía bastante el fin de semana, decidimos hacer un poco de exploración por la zona y nos aventuramos con el coche en dirección al Puerto de Serrablo desde Boltaña y un poquito antes de alcanzarlo nos desvíamos a la izquierda por una carretera, si se le puede dar ese nombre, hacia Pueyo de Morcat o Piumorcat, su nombre antiguo.

Después de unos 15 minutos, llegamos a un desolado pueblo con un par o tres de casas habitadas solamente en un paraje surcado por suaves colinas ultra verdes, prados, vacas y ovejas.

Pueyo de Morcat, Huesca

En el pueblo destaca la magestuosa iglesia del siglo XVII, hoy en estado ruinoso, y las antiguas casas con la arquitectura típica del Sobrarbe aragonés.

Pueyo de Morcat, municipio de Botaña

El pueblo está ubicado a unos 1.150 metros de altitud sobre el nivel del mar y se formó como un conglomerado de casas en torno a un pequeño castillo que se mantuvo en funcionamiento hasta el siglo XV.

Día de lluvia en Boltaña

El fin de semana pasado estuvimos en Boltaña y el sábado subimos casi hasta Murillo de Sampietro aunque nos dimos la vuelta cuando la lluvia se convirtió en el diluvio universal.

Cuando llegamos de vuelta al pueblo, así lucía el Barranco de San Martín, que habitualmente lleva un hilillo de agua solamente.

Guerra

Seguimos obsesionados con pelearnos entre nosotros. Por envolvernos en banderas que no nos han dado nada, más allá de un himno, una religión, un mundial o símplemente unas palabras que resuenan en nuestra tonta cabeza y que nos hacen pensar que los «otros» son los malos. Los más malos del mundo, y que hay que insultarlos, denigrarlos y porqué no, matarlos.

Al final unos pocos mueven su fantástica dialéctica y su fantástica maquinaria de marketing para hacernos pensar y creer lo que ellos quieren. Para llevarnos donde quieren llevarnos. Para odiar a otros. Para querer matarlos. Incluso por querer morir por ello. Ha sido así desde siempre, desde que hay memoria, desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer. La manipulación de los más tontos por parte de los más listos. Y sangre, mucha sangre y lágrimas.

Es entre tanto sufrimiento que vi ayer, casi por casualidad, esta fotografía casi poética que es el más vivo retrato de lo que es una guerra, del polvo que la envuelve, de la tecnología, del sufrimiento y en definitiva del despropósito que todo ella representa.

Israel, Ayal Margolin – Reuters

La fotografía ha sido realizada esta semana por Ayal Margolin para la agencia Reuters en Israel pero podría ser Vietnam, Irak, Ucrania o símplemente una película que vemos cómodamente desde el sofá de casa.

La paz y la tranquilidad en Frankfurt

Esta semana he estado en nuestra oficina de Sage en Frankfurt (técnicamente Frankfurt am Maine) y cuando les contaba a mis compañeros que a mis hijos les encantan las salchichas de Frankfurt y que me habían pedido que les trajera, se quedaron un poco con cara «no se qué nos está contando».

Por mucho que les enseñé fotos y la wikipedia donde explica lo que son, me siguieron diciendo que no se llaman así, y que no saben lo que son las «frankfurter». Ya investugaré un poco sobre ello en otra ocasión.

El caso es que la oficina de Sage en la ciudad de las salchichas me gustó mucho y sobretodo la paz que se respira en ella gracias al poco ruido, la decoración vegetal y pequeños detalles como esta pared en la que colgaban cuadros donde cada uno de ellos de forma individual transmitía tranquilidad y sosiego.

La oficina de Sage en Frankfurt

Vale la pena clicar en la imagen para poder hacer zoom sobre las fotos que estaban colgadas. Quizás sería una buena idea ponerme algún tipo de mural así en mi dormitorio para darle aun más paz. Obviamente con fotos hechas por mi.

De nuevo en la Peña Montañesa

Pocas montañas existen tan icónicas en los Pirineos como la Peña Montañesa.

Sí, claro, tenemos el Monte Perdido y el Aneto y la Pica d’Estats y el Pedraforca pero de verdad que ninguna puede competir con la magestuosidad de la Peña Montañesa y su solitario entorno en el que es prácticamente imposible coincidir con alguien en su ascensión desde Laspuña subiendo por la Collada.

Una vez más, en los últimos días de agosto intentamos su ascensión con Pol (6 años) y Blanca (4 años) para ver hasta donde podíamos subir. Alcanzar los casi 2.300 metros de su pico es una tarea complicada pero algún día lo conseguiremos.

Pol y Blanca ascendiendo a la Peña Montañesa

En esta ocasión llegamos hasta los 1.725 metros de altitud según mi Garmin por lo que aun nos queda un poquito para intentar alcanzar la cima de forma seria. También es cierto que comenzamos a andar muuuuy tarde pasadas ya las 11 de la mañana.

Blanca subiendo a la Peña Montañesa

Aunque Pol estaba muy fuerte y hubiésemos podido llegar hasta arriba, Blanca iba un poco más justa de fuerzas y decidimos darnos la vuelta cuando alcanzamos un paso que requería un poco más de técnica y concentración.

La ruta completa y mapas puedes consultarlos en el Garmin Connect.

Pol y Blanca descendiendo la Peña Montañesa

La clave, como siempre para subir con niños, es venirse con el calzado adecuado tanto para ellos como para ti y traerse un buen desayuno para comerlo por el monte.

El grip en las zapatillas o botas de montaña es algo esencial, especialmente en el ascenso a la Peña Montañesa ya que las pendientes son muy pronunciadas. En mi caso, aun es mucho más importante que para Pol y Blanca ya que en pasos difíciles tengo que darles la mano no solo en estático sino también mientras yo estoy andando también y es esencial que tenga puntos de apoyo super-estables.

Muerte épica

Cuando me llegue el momento de terminar aquí, en la vida terrenal, y tenga que aventurarme en la siguiente etapa en la vida eterna, tengo muy claro como me gustaría irme.

Nada, absolutamente nada, me parecería más épico, epopéyico y el broche final a toda una vida de felicidad extrema que morir a los 80, 90 0 100 años tras cruzar la línea de meta de una maratón.

Eso querría decir que he agotado la vida hasta su últmo suspiro, que no me resigné a los 70 a quedarme en el sofá viendo la tele y que la vida me sonrió siempre porqué yo le sonreí a ella, como me decía ayer Maria.

El Embalse de Mediano y Monclús

Este lunes andaba por Ainsa (en la provincia de Huesca) y entré a preguntar en la Oficina de Turismo del pueblo como podía llegar a Monclús y a las ruinas de su castillo. La chica joven que me atendía me miró raro, miró el mapa y me indicó como llegar a Morillo de Monclús. Cuando les dije que no, que quería ir al Monclús que fue abandonado hace unos cuantos cientos de años y que tenía un castillo, en las inmediaciones del actual Embalse de Mediano, me volvió a mirar raro. La chica joven preguntó entonces a la más veterana y me dijeron que sí, que existen las ruinas de un castillo junto a Mediano pero que no sabía como llegar.

Lo que si me dijeron era como aproximarme a la torre de la iglesia del viejo Mediano que está prácticamente sumergida en el embalse cuando el agua está alta. Dado que esta semana ese no era el caso y el agua estaba realmente baja, mi objetivo era acercarme lo máximo posible e identificar en la distancia las ruinas de Monclús.

Monclús jugó un importantísimo papel en la alta edad media en el Sobrarbe actual ya que albergó la judería más grande de la comarca con una situación estratégica desde un punto de vista geográfico y financiero (para más información leer Fam i Fe). Alrededor del 40% de la población era judía frente al 60% restante que era cristiana con alguna familia musulmana.

Sin embargo, es especialmente importante por lo acontecido el 3 de julio de 1320 cuando su judería fue atacada por los «pastorcillos», un numeroso grupo de unas 5.000 personas procedentes de Francia que buscaban extender la fe cristina entre judíos y musulmanes pero sobre todo cambiar el orden de instituciones y las jerarquías sociales que estaban llevando a la miseria y al hambre a miles de habitantes.

El resultado de dicho ataque fue el asesinato de unos 100 o 120 judíos de los 150 que había en ese momento y el inicio del declive de su judería hasta su total desaparición unos años más tarde.

Tomando la A-138 desde Ainsa en dirección a Barbastro, a unos pocos metros antes de llegar al pueblo de Mediano, hay una pequeña desviación, no indicada, que hay que tomar y detenerse cuando llegamos a la barrera de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Desde allí caminando llegaremos a las ruinas del viejo Mediano, con su torre en mitad del agua.

A la entrada del camino hay un monolito y una placa que explica la matanza de Monclús hace 700 años.

Monolito en recuerdo de la matanza de Monclús en 1320

He leído ya en varias publicaciones que es bastante habitual la visita a este lugar de turistas judíos procedentes de Israel, razón por la cual la inscripción se muestra tambièn en inglés.

Panel informativo sobre la Aljama de Monclús junto al Embalse de Mediano

Una vez en las ruinas semi-sumergidas de Mediano, es muy visible el Tozal de Monclús de 707 metros de altitud donde se ubican las ruinas del Castillo de Monclús. Un poco más abajo es donde estaba situado el pueblo aunque me fue imposible ver nada.

Ruinas de Mediano en el Embalse de Mediano

En la siguiente imagen aparece el Tozal de Monclús justo a la izquierda de la torre de la iglesia de Mediano aunque no es posible ver ninguna ruina de su castillo desde este lado del embalse.

Torre de Mediano y el Tozal de Monclús

Dejo para otro día el acceder físicamente a las ruinas del castillo desde la carretera del Valle de la Fueva e intentar descubrir algún tipo de camino hasta las ruinas del pueblo.

La tumba de Casa Torres en Margudgued

Hace unos días hablaba sobre Pilar y Gerardo de Casa Torres en Margudgued y aprovechando que estoy terminando mis vacaciones en Boltaña, el otro día fuimos a visitar el cementerio con mis hijos y me encontré con su tumba, apellidos y años de fallecimiento.

La última morada de Pilar y Gerardo es un simple nicho con una pequeña placa en marmol que ni siquiera ocupa toda la superficie del frontal, acompañada por unas flores secas en una botella de agua de plástico y protegida por una piedra en el Cementerio de Margudugued.

Pilar y Gerardo compartían los dos apellidos, «Lanau Menac», ya que el padre de Gerardo nunca reconoció a su hijo.