Calculadora del Precio de Hora Vital

Ya hace 11 años de la primera fórmula para calcular cuanto vale una hora de tu vida y después de todo este tiempo he vuelto a calibrarla para hacerla más exacta a la realidad.

Al final, conocer el precio de hora vital es importante para tomar decisiones del tipo «¿Tengo que invertir tiempo pintando mi casa o es mejor subcontratarlo?» o «¿Cual es el precio justo en caso de que me secuestren?».

En el cálculo del precio de una hora de tu vida intervienen diferentes factores pero básicamente la fórmula que he sintetizado se basa en la ley de la oferta y la demanda: cuanto más tiempo necesitas (para estar con tus hijos, pareja/s, hobbies,…) mayor será el precio mientras que si dispones de mucho tiempo pero nada que hacer, el precio bajará. Tu capacidad adquisitiva, como no puede ser de otra forma, es la que marca el precio inicial a partir del cual se articula lo anterior.

Si rellenas el siguiente formulario y pulsas en «calcular» obtendrás tu Precio de Hora Vital (PdHV) y el Precio Total de tu Vida (PTdtV).




Tu Precio de Hora Vital es €/hora


El Precio Total de tu Vida es

Para calcular el precio total de tu vida, solo hay que multiplicar el número de horas que esperas continuar viviendo por el Precio de Hora Vital que has obtenido y ya está. He asumido que todo el mundo aspira a vivir al menos hasta los 100 años.

Si te sale un precio negativo, hay personas que pueden ayudarte.

La casa de Gornal

Finalmente hemos vendido la casa que mis abuelos tenían en Castellet i la Gornal y el fin de semana pasado estuvimos por última vez ahí y para que no se pierda la historia que conozco, he decidido hacer este pequeño post.

No tengo muy claro cuando compraron mis abuelos maternos la casa, pero debe hacer bastantes años ya que desde que era pequeño recuerdo haber pasado ahi los fines de semana.

Antes de la reforma actual, la puerta principal era la típica de los pueblos con un gran arco para que pudieran entrar los carros. Recuerdo también que en la entrada solo habia tierra, ni baldosas, ni cemento ni nada, y que ni siquiera había agua corriente ni desagües.

La casa de mis abuelos, a la derecha – Imagen de Google Maps

El baño era un pequeño cuarto con una madera que tenía un agujero en el centro, justo donde está la actual despensa. En la habitación del fondo a la derecha había una cisterna muy grande subterránea que se utilizaba para hacer vino pero en la reforma que hicieron mis padres a finales de los 70 o principios de los 80, la rellenaron de escombros.

En esa reforma, se cambió el tejado y todo el suelo de la primera planta, donde se sustituyeron las viejas vigas de madera por las actuales de hormigón. Nuestro amigo Mario, que vive unas casas más abajo, se encargó de todas las obras.

Mario con mi hermano y mis sobrinas el pasado sábado

Lo que contiua prácticamente igual son las paredes del gran espacio diáfano de la segunda planta a la izquierda, junto con las dos ventanas, que se ha venido utilizando a modo de trastero durante 50 años.

Lo que no hemos vendido, ni pensamos hacerlo, es el terreno que mi padre compró en los 80 y en el que cultivó durante toda su vida cerezas, uvas, patatas, acelgas, aceitunas, cebollas y muchas más cosas.

Un grito de amor desde el centro del mundo

Hace unos 25 años que comencé a asignar una puntuación de 0 a 10 a todos los libros que me iba leyendo, que a decir verdad, no son muchos. La valoración que hago de ellos es totalmente subjetiva, como no podría ser de otra forma, y estoy seguro que el mismo libro leído unos años antes o después cambiaría su nota.

Casi por casualidad cayó Un grito de amor desde el centro del mundo, de Kyoichi Katayama, en mis manos. Fue estando en Palma de Mallorca hace unas semanas que entré en una librería de segunda mano y me llevé un par de libros, y este fue uno de los elegidos.

Es un libro fácil de leer, de 192 páginas, a ratos poético y a ratos duro. Destila espiritualismo japonés por todos lados y no hay violencia, ni sexo ni drogas. Pura literatura para explicar una historia sencilla que lo ha convertido en la novela japonesa más leída de todos los tiempos y en el primer libro que en toda mi vida valoro con un 10.

Margudgued en 2005

La verdad es que no recordaba haber hecho estas fotos ni como las hice, pero es bastante obvio que utilicé algún tipo de zoom desde Guaso, probablemente junto a la iglesia o el cementerio.

Margudgued en 2005

Lo interesante de las fotografías es que se aprecia claramente como era el pueblo antes de que se comenzasen a construir las nuevas viviendas detrás de la calle principal. Solamente existían la escuela y algunos pajares.

Margudgued en 2005

En esta última fotografía, aun con más zoom, se pueden ver en primer plano la iglesia de Margudgued, Casa Gila y Casa Sampietro (donde nació mi padre) y después los primeros apartamentos que se construyeron aun sin terminar.

Dormir bajo el Castillo de Zafra

El fin de semana pasado, aprovechando que el viernes era festivo, decidimos añadir épica y memorabilidad y convertir en realidad un sueño imposible: dormir bajo el Castillo de Zafra entre la niebla y el frio.

El Castillo de Zafra se construyó en el siglo XII y se alza magestuoso sobre un conglomerado rocoso en medio de una dehesa (con algun pino) a 1000 metros de altitud sin ningún pueblo o carretera asfaltada a la vista, en la provincia de Guadalajara.

Para llegar necesitas conducir por una pista sin asfaltar durante unos 20 o 30 minutos más o menos. Mi recomendación es que a menos que no tengas un 4×4, lo hagas por la ruta norte porque por el sur el camino estaba algo mal.

Pista de acceso al castillo de Zafra desde el norte.

Después de cenar en Molina de Aragón, enfilamos la carretera hacia el Castillo con la temperatura ya por debajo de los 5ºC y llegamos al sitio sobre las 9 de la noche en medio de la oscuridad más absoluta que uno pueda imaginar y bajo un cielo estrellado que hacía muchos años que no veía.

Desmonté las sillas de Pol y Blanca, las moví a los asientos delanteros junto con todo el equipaje que llevábamos y abatí los asientos traseros para montar un colchón inflable que había comprado. Y ahí dormimos los 3 bien abrigados y bajo una misma manta.

En el Aparcamiento del Castillo de Zafra, en medio de la niebla, a 0ºC

Nos despertamos temprano y a las 7 decidimos abrigarnos bien y salir a explorar los alrededores del Castillo, que son espectaculares, en medio de una espesa niebla y a 0ºC.

Pol y Blanca junto al Castillo de Zafra

A las 9 de la mañana ya estábamos en Setiles, de 81 habitantes, desayunando en el único bar que encontramos en muchos kilómetros a la redonda.

La Envidia

Cuando mi madre tenía 77 años, se dedicó a escribir en una libreta sobre temas cuotidianos vistos siempre desde su punto de vista: La Decepción, La Vida Laboral, Colecciones, El día de mañana,…

En esta ocasión he recuperado un nueva tema, «La Envidia», escrito el 27 de marzo de 2013.

La Envidia

Hay cosas que existen pero no las vemos, la envidia es una de ellas.

¿Qué es la envidia? una virtud?, no, un vicio?, tampoco, una enfermedad?, no llega a tanto, pero va por el camino de serlo.

El mundo actual se presta a muchas envidias si no somos conscientes de nosotros mismos, de lo que queremos o necesitamos, ¡Cuantos objetos se tiran a la basura por envidia! Cuando vemos que fulanita se ha cambiado algún mueble o reformado algo del piso, nos entran unas ganas locas de hacer lo mismo. ¿Tenemos realmente necesidad de hacerlo? es lo primero que tenemos que preguntarnos, o ¿es solamente porque alguna vecina o amiga lo ha hecho?.

La envidia, según mi modesta opinión (que hay opiniones para todos), es falta de personalidad. Tenemos que parar de hacer lo que hacen los demás; hay que tener en cuenta que no siempre el que más tira es el que está en mejor situación económica. Suelen ser muy amantes de las compras a plazos. Conozco vecinos que están esperando terminar con los plazos del coche para comprarse otro nuevo.

A principios de mes, los taxistas tienen mucho más trabajo, han cobrado y olvidan que el salario ha de durarles hasta final de mes. Tal vez los últimos días del mes, en lugar de ir en taxi, alguno mirará si puede colarse en el metro o autobús sin parar.

No hay que mezclar la envidia con los celos aunque tengan algo de parentesco. Este úñtimo suele ser más grave. Ya desde niños empiezan los celos, hay que empezar la educación de muy pequeños y los mayores que les rodean observar si tienen algún problema y no comparar ninguna virtud nunca entre hermanos. No todos somos iguales, hay que saber respetar las diferencias y hacer comprender que cada cual puede ser apto para una tarea distinta en la vida. Sin desmerecer a ninguno, se evitarían envidias y celos.

En los pueblos, todavía son más acusadas las envidias entre vecinos, muchos cambian de coche para farolear, no por necesidad. He sido testigo de ello.
La Envidia, por María Luisa Ventosa

La Barraca

Hacía tiempo que no leía clásicos (para mi, los libros escritos al menos hace más de 100 años) y con La Barraca, de Vicente Blasco Ibáñez, ha vuelto a resonar por mi cabeza la idea de que no tan solo no tienen nada que envidiar a lo que se escribe actualmente sino que son, de largo, mejores.

El libro, publicado en 1898, se ambienta en la huerta valenciana a finales del siglo XIX y describe con todo lujo de detalles la tensión entre clases y dentro de ellas.

Han pasado casi 150 años y aunque la brecha social autóctona ha disminuído, la llegada de inmigrantes de América, África y Asia en estos últimos 30 años está volviendo a abrirla y creando una nueva generación de pobres que se suman a la clase media y a la burguesía tradicional e histórica.

Siempre recordaré una pintada que vi hace muchos años en la estación de tren de El Masnou en la que ponía «Los inmigrantes son los esclavos de la clase media«.

Pepinos «wonky»

Cayo el otro día en mis manos, en nuestra oficina de Londres, una lata de refresco con burbujas y pepinos «wonky». Al preguntar que quería decir lo de wonky me dijeron que significaba feo, con defectos.

Efectivamente, durante muchos años nos hemos esforzado por cultivar frutas bonitas y de buen aspecto y ahora de repente, comienzan a aparecer marcas que no solamente reivindican que se utilicen vegetales y frutas defectuosos sino que encima el precio es más elevado como en el caso de Veritas, justificándose que al no llevar pesticidas los pájaros los picotean (poniendo una malla se arreglaría el problema, como hacen muchos).

Me ha encantado el emblema «Wonky» en la parte posterior de la lata: «Luchando contra el desperdicio de comida aceptando imperfecciones. Juzgamos el sabor, no el aspecto.«

No hay nada como ser un hacha del marketing para hacernos consumir cualquier cosa.