Una buena educación y sanidad públicas no son negociables. Un país donde solo pueden estudiar en la universidad las clases más pudientes o donde un cáncer te obliga a vender tu casa y a continuar trabajando para poder pagarte el tratamiento, no entiendo como puede etiquetarse como «el país de las oportunidades» o de la «libertad».
Biden ha renunciado hace un rato a presentarse a la reelección, menos mal, aunque no creo que tuviera ninguna posibilidad. Ha dejado en manos de Kamala Harris el disputarse la presidencia con el demonio sobre la tierra: Trump.
Tengo que decir que los tres me parecen de la misma calaña, representantes de la derecha más ultraortodoxa que puedas imaginarte, defensores de las clases, de la imagen pública por encima de todo y del vivir para trabajar. Y con todo, quizás Trump es el menos malo. El que menos se esconde, el más transparente, el que va de cara. El que símplemente no entiende porqué Estados Unidos tiene que gastarse tanto dinero en guerras que en el fondo ni le van ni le vienen.
Trump es el que es capaz de hablar y entenderse con Kim Jong-Un, con Xi Jinping, con Putin y con Maduro. Creo que es el único que entiende que la paz consiste en hablar y en ceder y que la guerra es una pérdida de tiempo y de dinero y en la que nunca hay vencedores (por favor, leed «Incierta Glória«).
Soy consciente de que este post va un poco a contracorriente y que puede ser controvertido: ¿Cómo puede alguien de izquierdas asegurar que Trump no es quizás el demonio al que el establishment internacional, con todos sus medios, desacredita todos los días?.
Ya vereis como Trump terminará con la guerra de Ucrania antes de Navidad. Y con sus muertos.
No me masacreis mucho, por favor.