«Ikigai» es un término japonés que significa algo así como «un motivo para existir y ser» y es la palabra más utilizada por los centenarios japoneses cuando se les pregunta sobre porqué se levantan todas las mañanas.
Se basa en cuatro conceptos principales que son (1) lo que amas, (2) en lo que eres bueno, (3) aquello que haces y por lo que alguien está dispuesto a pagar y (4) lo que el mundo necesita. Solamente a través del balance de estas cuatro variables se consigue la plenitud del Ikigai.
Probablemente, la más controvertida es la número 3 (aquello que haces y por lo que alguien está dispuesto a pagar) pero como ya decía hace unos años, resulta difícil ser feliz si no tienes dinero.
En el gráfico de arriba se muestran cláramente las consecuencias de no estar en el centro del perfecto balance entre las cuatro variables: inutilidad, tristeza, pobreza y mediocridad. Si te quedas fuera de los cuatro círculos principales entonces es que lo tienes todo pero dudo mucho que realmente haya alguien en el mundo que no pueda encontrar ninguna de las cuatro variables en él.
En el libro «Ikigai: Los secretos de Japón para una vida larga y feliz» hay cuatro preguntas para iniciarse en esa búsqueda del Ikigai y que voy a intentar autoresponderme:
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- ¿Cual es mi elemento natural? Me siento cómodo delante del ordenador, solo, durante horas pero también con gente pero sobretodo viajando y descubriendo cosas y lugares nuevos todos los días.
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- ¿Con qué actividades se me pasa el tiempo volando? Estudiando la genealogía de mi familia, escaneando documentos antiguos, corriendo o yendo en bicicleta, comiendo, creando cosas nuevas, estudiando en profundidad temas que me apasionan, subiendo picos (no muy altos) y enseñando o explicando cosas a otros.
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- ¿Qué me resulta fácil hacer? Hablar en público, estar y hablar con gente, estar concentrado en algo concreto y que me guste durante muchas horas seguidas, resolver problemas y estar bien conmigo mismo en situaciones tristes o de stress.
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- ¿Qué me gustaba cuando era niño? Coleccionar sellos y monedas, hablar por mi emisora de radioaficionado, leer y escribir, dibujar planos inventados, pescar en el río, estar en la naturaleza, ir a buscar mejillones y almejas al mar, ir a por setas a la montaña, pasarme horas creando construcciones con el Exin Castillos y jugar a «policías y ladrones». Tengo bastantes cosas más pero sería muy largo…
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En cierta forma, la búsqueda del Ikigai japonés me ha recordado al Hygge danés aunque tienen pocos puntos en común lo que me hace pensar que combinarlos podría ser una buena opción.